La falsa heroicidad de la precariedad
Un vídeo de un joven que se enorgullece de trabajar duro para mantener a su familia se ha hecho viral en las redes sociales. Bajo el título de “working class hero”, el chico critica a los que “vienen de una buena familia” y les reprocha que dejen el instituto y se gasten el dinero en drogas y fiestas. El vídeo ha recibido miles de elogios por parte de usuarios que ven en él un ejemplo de trabajo, valores, buena educación, honra y generosidad.
Sin embargo, este vídeo no es más que una muestra del resentimiento de clase que se acantona en nuestra sociedad. Un resentimiento que se manifiesta cuando se romantiza la pobreza y se glorifica la precariedad. Cuando se celebra que un joven tenga que reventarse a trabajar para comprar una botella de aceite o unas zapatillas a su hermana. Cuando se le llama héroe por hacer lo que debería ser responsabilidad del Estado: garantizar el bienestar de sus ciudadanos.
La pobreza no es una virtud
No hay nada de heroico ni de admirable en la situación del joven del vídeo. Su realidad es la de millones de personas que sufren las consecuencias de un sistema económico injusto y desigual. Un sistema que les niega el acceso a la educación, la sanidad, la cultura y otros derechos fundamentales. Un sistema que les obliga a aceptar trabajos precarios, mal pagados y sin garantías. Un sistema que les condena a una vida de sacrificio y sufrimiento.
La pobreza no es una virtud, sino una lacra social que hay que erradicar. No se trata de envidiar o despreciar a los que tienen más, sino de exigir una distribución más justa de la riqueza. No se trata de renunciar a los sueños o las aspiraciones, sino de luchar por ellos. No se trata de conformarse con lo poco que se tiene, sino de reclamar lo mucho que se merece.
La juventud no está perdida
El joven del vídeo no representa a toda la juventud, ni tampoco es el único modelo a seguir. Hay muchos otros jóvenes que también trabajan duro, pero que no renuncian a su formación ni a su ocio. Que también ayudan a sus familias, pero que no se resignan a su situación. Que también tienen valores, pero que no los imponen a los demás. Que también son generosos, pero que no se olvidan de sí mismos.
La juventud no está perdida, sino desorientada. Necesita referentes positivos que le inspiren y le motiven. Necesita oportunidades reales que le permitan desarrollar su potencial. Necesita apoyo social e institucional que le proteja y le empodere. Necesita, en definitiva, un futuro digno y esperanzador.
