Anabel Pantoja y la lupa constante de los focos.
Desde hace más de una década, Anabel Pantoja ha sido una presencia inconfundible en la televisión española. Sobrina de la célebre Isabel Pantoja, su entrada en el mundo del entretenimiento fue casi inevitable. Lo que comenzó con apariciones esporádicas en programas del corazón, se transformó en una carrera mediática repleta de titulares. Su carácter espontáneo, su vulnerabilidad pública y su implicación en las polémicas familiares la han convertido en una figura recurrente de la prensa rosa.

Con el tiempo, Anabel ha sabido construir una identidad propia que va más allá del apellido que lleva. Influencer consolidada, empresaria y colaboradora habitual en realities, ha aprendido a rentabilizar su imagen mientras sobrevive a las críticas. Como muchas otras figuras del espectáculo, ha tenido que enfrentarse al juicio constante del público y los medios, una carga que no siempre es fácil de sostener. Y pese a que ha intentado reinventarse una y otra vez, no ha logrado desmarcarse del todo del ruido mediático.
Cada nuevo paso que da —sea personal o profesional— parece examinado con lupa. Sus romances, rupturas, amistades y disputas familiares se analizan en tertulias televisivas como si fueran asuntos de Estado. Sin embargo, en su último proyecto televisivo, el foco ha estado menos en su vida sentimental y más en su cuerpo: en cómo responde, en cómo aguanta. Y ahora, ese cuerpo ha dicho basta.
Una rodilla, una pausa.
La última mala noticia para Anabel llega desde la sala de fisioterapia. Su paso por el concurso ‘Bailando con las Estrellas’ se ha visto comprometido por una lesión en la rodilla. La propia concursante lo ha contado en redes sociales: «Me lesioné con tanto baile», ha confesado con frustración. La molestia no es menor; hablamos de un esguince de ligamento interno que, según los médicos, requiere reposo y tratamiento.
Aunque logró clasificarse para la final del programa, su participación pende de un hilo. El dolor, la inflamación y la imposibilidad de apoyar la pierna han encendido todas las alarmas. La recuperación mínima estimada es de una semana, pero en un formato como este, cada gala cuenta. Mientras tanto, la producción del programa y sus seguidores están a la espera de saber si podrá subirse al escenario una vez más.
Desde el comienzo de esta edición, Anabel ha sido una de las concursantes más comentadas. No tanto por sus dotes como bailarina, sino por el contraste entre las puntuaciones del jurado y el apoyo constante del público. Esa diferencia ha sido fuente de múltiples debates, alimentando tanto su permanencia como la controversia alrededor de ella.
Entre el baile y el juicio del público.
La gala del pasado sábado no fue la excepción: mientras que Tania Medina y Nona Sobo fueron nominadas para abandonar el concurso, Anabel salió ilesa gracias al respaldo de los espectadores. Esta situación ha generado muchas críticas, incluso desde dentro del propio programa. Ella, por su parte, no ha guardado silencio. «Algunos no entenderán por qué sigo en el programa cuando hay compañeros que bailan el triple mejor que yo», expresó con sinceridad.
Lejos de jactarse, sus palabras han sonado más bien como un ejercicio de honestidad emocional. «Ayer me fui muy triste a casa, porque me dolió ver a mi amiga Tania mal, también a Nona», añadió. Para muchos, fue un gesto de humildad en medio de un contexto que suele premiar el ego. Y aunque está en una posición privilegiada dentro del concurso, no parece que esté disfrutando del todo del proceso.
En otra story, Anabel se sinceró aún más con su audiencia: «Os juro que si por mí fuera, yo estaría ya viéndolo todo desde casa». Con esa frase, dejó entrever el desgaste físico y emocional que ha supuesto esta experiencia para ella. El baile, lejos de ser solo espectáculo, también ha sacado a flote inseguridades y presiones. Todo esto, en medio de una lesión que podría obligarla a retirarse antes de tiempo.
Cuando la salud mental también baila al límite.
El caso de Anabel no es aislado. Cada vez más figuras públicas deciden hablar abiertamente sobre los efectos que tiene la exposición mediática sobre su bienestar. Recientemente, Laura Escanes confesó haber atravesado una etapa de ansiedad severa tras su separación, alimentada por los comentarios crueles en redes. Dijo sentirse «al límite» y reconoció haber necesitado ayuda profesional para salir del bucle.
También Aitana ha admitido en entrevistas que la fama precoz le pasó factura. Tras su paso por Operación Triunfo, la presión por encajar en un modelo ideal de éxito le generó episodios de inseguridad y tristeza. Aunque hoy se muestra fuerte y consolidada, no ha ocultado que ha necesitado terapia y momentos de desconexión total para volver a sentirse bien consigo misma.
Por su parte, Ricky Merino, también exconcursante de OT, compartió recientemente que sufrió una crisis de ansiedad en pleno rodaje de un musical. Reconocerlo públicamente, dijo, fue su forma de dar visibilidad a un problema que afecta a muchos pero que aún se esconde bajo el estigma del “no poder con todo”.
Y cómo no recordar a María Teresa Campos, cuya última etapa estuvo marcada por altibajos emocionales y aislamiento. Aunque fue durante años una mujer poderosa en televisión, sus últimos años revelaron el vacío que deja la fama cuando se apaga el foco. Su caso fue un recordatorio brutal de lo efímero que puede ser el cariño del público, y de lo importante que es cuidar la salud mental más allá de los platós.