A veces, mirando una nube, puedes distinguir un perro pequeño que come croquetas mientras juega con una niña rubia de 7 años y medio en un gran jardín de 7 hectáreas con nogales y castaños en flor. Sin embargo, en realidad no es más que una nube y es nuestro cerebro el que reconoce formas aquí y allá y las asocia de una manera extraña. Y este tipo de situación ocurre mucho más a menudo de lo que parece tal y como puedes ver a continuación: